ANTORCHA DE LA EDUCACIÓN
PANAMEÑA:
SARA SOTILLO
por: Dra. Celia
Moreno
Cuantos de entre nosotros no guardamos un recuerdo
imperecedero de algún maestro o profesor que compartiendo con nosotros penas y
alegrias, nos brindó su luz y su guía, abriendonos las puertas del conocimiento
o haciendonos descubrir nuevas perspectivas sobre una misma realidad;
brindandonos su apoyo, consejos y sabiduría para hacer de nosotros mejores
personas, mejores ciudadanos. Por esta y
muchas otras razones, muchos de nosotros escogimos ser docentes, para retornar
con creces a las nuevas generaciones aquello que nos hizo crecer como seres
humanos y que nos ha hecho las personas de bien que somos en el presente.
Ciertamente la educación ha tenido un gran avance, al
estudiar la Historia general, podemos constatar como ésta se ha democratizado y
diversificado.
En la Antigüedad, la educación era reservada a una elite
de religiosos, que eran los que ostentaban el poder. En la Edad Media, la educación fué privilegio de un pequeño grupo
y estuvo ligada a la religión, en el mundo occidental al cristianismo, y
transmitida por las ordenes religiosas de javerianos, jesuitas, agustinianos y
otros. La educación no era concebida
como la transmisión del conocimiento per se, sino más bien como una misión de
evangelización y de aculturalización.
La gran masa de iletrados recibía una formación oral. Los libros, en latin o griego, escritos a
mano por los monjes en los monasterios eran reservados a un pequeño grupo de
privilegiados.
Tendremos que esperar la Reforma Calvinista/Luteriana, y
el descubrimiento de la prensa por Gutenberg para que sean introducidos dos
elementos fundamentales en la vulgarización del conocimiento, el primero es la
utilización del lenguage vernacular y el otro la posibilidad de reproducir
masivamente los textos, lo que evidentemente hace más asequible el conocimiento
a un mayor número de gente.
Más tarde, la separación de la Iglesia y del Estado,
establece una educación laica que beneficiará a un número mayor de la
población, ya que no será percibida como el instrumento de dominación de la
Iglesia; sino como lo que es actualmente “la transmisión de la acumulación del
saber a las nuevas generaciones”.
En Panamá, la educación evolucionará de igual manera, de
ser el privilegio de algunos y de estar predominantemente en manos de ordenes o
congregaciones religiosas, a ser el principal interés del Estado, gracias a los
esfuerzos realizados a fines del siglo XIX con el fin de multiplicar las
escuelas y las instituciones de formación para los educadores.
Los diversos gobiernos de la República acrecentarán sus
esfuerzos en pro de la educación con planteamientos diferentes, unos hacia la
multiplicación de planteles educativos, otros en pro de las mejoras de las
condiciones de los educadores o la diversificación de la enseñanza y los otros
en aras de la elevación de la calidad de la educación.
Cualesquiera que sean las políticas educativas de los
diferentes gobiernos, un hecho sigue siendo realidad y es que, los educadores,
aunque más numerosos y mejor capacitados que en el pasado, continuan
sintiendose desvalorizados. Es triste
pensar, que el rol fundamental del educador en la formación del ser humano no
sea aún apreciado a su justa valor.
Realzar el prestigio de los educadores fue la principal lucha de una de
las más grandes figuras en la educación panameña, Sara Sotillo.
Sara Sotillo nace el 19 de abril de 1900 en la Isla de San Miguel en
el Archipielago de Las Perlas.
Educadora, graduada de la Escuela Normal de Institutoras, luego de una
breve estadía en la Escuela de Garachiné, será trasladada a la Escuela Manuel
José Hurtado en dónde se jubilará luego de 30 años de desempeñar una labor que
ella consideraba como un apostolado, la entrega de “su cerebro y su corazón al
servicio de la patria”. Profundamente
nacionalista, participó igualmente en el movimiento político de rechazo al
Tratado Filós-Hines
Su convicción, tenacidad y liderazgo en pro de la
enseñanza, para elevar el prestigio de los maestros y mejorar su condición
salarial, la llevarón a dirigir el movimiento de educadores, obteniendo grandes
logros para la educación panameña, como lo son la creación del Magisterio
Panameño Unido en 1944, la Ley 36 del 14 de septiembre de 1946 o ley de
escalafón, la Ley 47 Orgánica de Educación del 24 de septiembre de 1946, la
construcción de la barriada del maestro en Miraflores , la constitución de la
Cooperativa de Ahorro del Educador y la Casa del Maestro en Obarrio.
Los que la conocieron la recuerdan como una persona
recta, desprendida, perseverante en sus propósitos, tenaz en la realización de
sus ideales, leal, con un gran espíritu de sacrificio, completamente
desinteresada, extremadamente respetuosa con sus colegas a los que siempre
procuraba convencer y no de imponer sus ideas y sobre todo orgullosa de ser
maestra y hacer parte de este honorable cuerpo de docentes. Hasta su muerte el 16 de diciembre de 1961,
continuó interesandose por los asuntos nacionales y la problemática educativa.
Podemos decir junto con Sara que esperamos que “cuando el tiempo nos ordene entregar el
mando a las generaciones de educadores que se vienen forjando ellos nos
recuerden reverentes y tomen nuestro ejemplo como antorcha de inextinguible
inspiración”.